De los cientos de miles de libros que se escriben y publican cada día en el planeta, solo muy pocos alcanzan el éxito de ventas.
A todos nos gustaría llegar a ser como J. K. Rowling o Dan Brown; escribir un solo libro y que se convierta de la noche a la mañana en un superventas. Una sola obra que nos procure la fortuna, que nos lance a la fama. Pero las cosas no son así, excepto para unos poquísimos afortunados.
Sin embargo, existe un pequeño grupo de personas que hemos descubierto la forma de vivir de nuestros libros, sin necesidad de que estos sean unos «superventas», es decir, sin que se vendan como el pan caliente.
Yo soy uno de esos pocos afortunados; ni soy super – famoso, ni mis libros se venden en cantidades industriales, pero se venden lo suficiente para mantener mi tren de vida y el de mi familia, que no es bajo.
Mis libros me mantienen. Son ellos los que cubren todos y cada uno de mis gastos, que no son pocos. ¡No necesito trabajar en nada más! Solo me dedico a escribir y publicar mis propios libros.
Cuando alguien me pregunta de qué vivo yo, le respondo sin pensar:
«De mis hijos»
Y después le explico que esos hijos de los que hablo son mis textos, mis creaciones literarias.
Y cuando pregunta:
«¿Y cómo lo has logrado, con lo difícil que es vender un libro hoy en día?»
Le digo que se lo podría decir, pero que es una historia un poco larga de contar, que necesitaría explicarle todos los detalles.
De allí me surgió la idea de escribir un texto en el que describiera todo el proceso que me llevó a vivir de mis libros, paso a paso, sin dejarme nada por fuera.
Siempre habrá quien pueda aprovecharse de mi experiencia para alcanzar ese sueño tan preciado de tener una fuente de ingresos propia, permanente, en constante aumento, sin tener que trabajar para otro, sino para sí mismo y en lo que le gusta; escribir.
Cuando me metí de lleno en el submundillo de la escritura y venta de libros, me enteré de cosas que horrorizarían a cualquiera, como lo es, por ejemplo, que ni siquiera mis libros tenían que estar bien escritos para que se vendiesen mejor que otros; o que había libros que bien pudiesen haber sido elaborados por niños de siete años de edad, y que aún así se vendían muchísimo más que otros elaborados por autores consagrados que dedicaron cinco o diez años de sus vidas a la elaboración de unas obras que rayaran la perfección literaria.
Fue entonces cuando me propuse seguir los pasos de aquellos que hacían libros para que se vendieran en lugar de libros excelentemente acabados desde el punto de vista lingüístico – gramatical.
No fue poco lo que tuve que luchar para acceder a esos conocimientos, porque tal y como hacen los buenos comerciantes; los autores que escriben libros que se venden bien, independientemente de su calidad literaria, son celosos de sus secretos y técnicas de ventas.
Por ventura o por desgracia yo no tengo ese problema; todo lo que sé lo cuento porque entiendo que nada van a hacer esos conocimientos en mi cerebro una vez que me haya ido.
«Si a alguien le sirven, pues aquí están»—pensé, y fue entonces cuando me decidí por escribir un libro que contuviese la narración de todo el proceso que me llevó al día de hoy, cuando puedo decir sin jactancia de ningún tipo, pero sí con gran satisfacción, que he logrado vivir de mis libros.
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