Cartas para un hermano inmigrante. (Carta sexta: La xenofobia, el racismo y la discriminación)

Cartas para un hermano inmigrante.

Carta sexta:

La xenofobia, el racismo y la discriminación.

“Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”

(Martin Luther King)

Hola Gustavo.

Me comentas en tu última carta que te preocupa mucho el tema del racismo y la discriminación. Quieres que te hable un poco sobre cómo es ese asunto por aquí porque, según dices y piensas, en Venezuela “no hay de eso”.

Lo primero que te voy a decir es que no existe país en el mundo en el que no haya discriminación, racismo y xenofobia. Estas cosas las hay incluso dentro de un mismo país respecto de sus nacionales. Los que son de determinadas regiones desprecian y discriminan a los de otras, y ellos a su vez son discriminados por otros, y así, un círculo maléfico que no termina jamás.

El maltrato y el desprecio por el semejante no es patrimonio exclusivo de ninguna región del planeta, ni mucho menos de ninguna nacionalidad. Forma parte consustancial con la forma de ser de ciertas y determinadas personas, independientemente de su lugar de origen. Es lo mismo que el delincuente. Los delitos no tienen raza ni nacionalidad concreta. No hay país del mundo donde no se cometan.

El corto de entendimiento y el cerrado de mente no es capaz de asimilar estos conceptos en su justa medida. Cree que solo los de otras nacionalidades y/o países son los “malos”, lo que maltratan, los que discriminan, los que desprecian a sus semejantes. Esto es un grave error.

Me llama poderosamente la atención eso que dices de que en Venezuela “no hay de eso”. Déjame citarte un par de ejemplos simples a ver si cambias de opinión.

En Venezuela, como en muchos otros países del mundo, se tiene a los gallegos por “brutos”. Los chistes que se hacen a costa de ellos son innumerables, y la mayoría de ellos completamente desagradables y humillantes. Se piensa que los gallegos son “brutos por naturaleza”, que nacen siendo brutos, que  son seres inferiores, poco menos que tarados mentales. Sabes bastante bien que no es mentira ni exageración lo que te estoy diciendo. Mis suegros eran gallegos, nacidos en una región de Galicia conocida por el nombre de “La Guardia”, provincia de Pontevedra. Mientras estuve de novio con la que luego fue mi esposa, ignoré la procedencia real de sus padres. La ocultaban expresamente. ¿Por qué? Porque si lo decían sabían que serían el objeto de la burla y la humillación continuada por parte de mucha gente. De allí que simplemente dijesen siempre solo que eran “españoles”. Nunca dijeron nada de que, además de españoles, también fuesen gallegos. Mucho tiempo después que me casé con su hija me enteré de ese detalle. Sentí entonces una pena y una tristeza muy profundas, no por ellos, sino por la gente que los despreciaba.

¿Cómo crees que se sintieron ellos en Venezuela durante todos aquellos años sin poder gritar a los cuatro vientos, con legítimo orgullo, que eran de donde eran?

¿Crees que es justo que algunas personas tengan que callar sobre su procedencia para no ser humillados?

Seguramente, me dirás lo obvio:

“Sí, pero no todo el mundo es así, no todo el mundo trata mal en Venezuela a los gallegos, ni los tiene por brutos ni por tarados mentales”.

Y es cierto, yo soy uno. Sin embargo, no se puede negar que ese sea un problema real, que existe. Una desagradable circunstancia que está allí, latente, aunque haya quienes no participen de tales formas de conducta.

Te traigo otro ejemplo de la propia Venezuela.

Los caraqueños, es decir, la gente que ha nacido y vive en Caracas, la capital de Venezuela, sienten un especial rechazo por los venezolanos de la zona andina. Les ocurre como con los gallegos; los tienen por brutos, por tarados. Utilizan sus acentos, es decir, sus peculiares formas de hablar, para reírse de ellos, para menospreciarlos, para hacerles burlas de todo tipo.

Aquí te vuelvo a decir lo mismo; no todos los caraqueños son así, evidentemente. Nunca está bien generalizar. Sin embargo, sí que existe una gran cantidad de caraqueños que observan este tipo de comportamientos indeseables. Se creen que por el hecho de haber nacido es esa región de Venezuela, son superiores al resto de venezolanos. Es muy conocido un dicho popular entre ellos que dice: “Caracas en Caracas, y lo demás es monte y culebras”.

A los orientales como tú y como yo, es decir, a los que provenimos de la zonas del oriente venezolano, por ponerte otro ejemplo similar, los caraqueños nos hacen burlas por esa forma tan peculiar que tenemos de hablar, de expresarnos. Son formas de humillación completamente inaceptables, intolerables. Para quienes las realizan, son simples e inocentes bromas, comentarios de momento para “pasársela bien”, mas, quienes las reciben, sufren, la mayoría de las veces, en resignado silencio. A nadie le gusta ser despreciado, que se hagan bromas y chistes humillantes a su costa. Quien se burla de otro no es capaz de ponerse en su lugar para saber lo que se siente. No tiene la capacidad de la empatía.

Lo que pasa en Venezuela, tanto con los de adentro como con los extranjeros, ocurre de la misma forma, o parecida, en todos los países del mundo.

En España, por ejemplo, los madrileños se creen superiores a los canarios. A los extranjeros, los españoles los miran con recelo, y muchas veces con desprecio. Un desprecio que será mucho mayor dependiendo del lugar de procedencia; no tratan igual a quienes provienen del África o Suramérica que a los que vienen de Alemania o de los Estados Unidos.

¿Son todos los españoles así?

Evidentemente NO. Se aplica aquí lo mismo que te dije con los caraqueños respecto a los venezolanos provenientes de otras regiones de su país. Hay gente de todo tipo. Muy buenos, buenos, malos y malísimos. El que es malo lo es en cualquier lugar del mundo en que se encuentre o haya nacido.

Lo importante de todo esto, a mi modo de ver, son dos cosas; primero, que tengas presente que este no es un problema exclusivo de un país o región del mundo respecto de otra u otras. En todos los países y lugares del mundo ocurre lo mismo. Y lo segundo, que trates de evitar, en lo posible, codearte con gente de ese tipo, con gente que te desprecie. Te será imposible no encontrarte con ellos, tratarlos. Procura evitarlos, ignorarlos. Ya sabes lo que dice el dicho: “Ojos que no ven, corazón que no siente”. No les des la oportunidad de despreciarte.

Quien practica este tipo de comportamientos es en realidad un sádico en potencia. Una persona que necesita sentir el sufrimiento ajeno para obtener placer. Cuidarte de gente así es lo que tienes que hacer, aunque muchas veces te sea inevitable toparte con ellos.

Supongo que no te sirve de mucho que te diga que la discriminación, el racismo y la xenofobia se practiquen de forma similar en todos los países del mundo, que lo que quieres es que te diga, de forma específica, como se producen esas cosas aquí en España. No te voy a mentir, algunas experiencias un tanto desagradables he sufrido de estos males en carne propia. Aquí, como ocurre en la mayor parte del mundo, este tipo de cosas no se manifiestan de forma abierta, sino encubierta, oculta, disimulada. No sueles encontrar gente que vaya por allí despreciando directamente a los extranjeros. Utilizan distintos mecanismos. No es fácil encontrar a alguien que reconozca francamente el tipo de mierda que es. Así como los alemanes nazis no concebían en sus mentes retorcidas que fuesen malas personas por sus vejaciones a los judíos, los xenófobos y los racistas no suelen creer que sus pensamientos y conductas sean erróneas. Creen que tienen la razón, y para ello siempre andan buscando argumentos que contribuyan a fortalecer sus absurdas formas de pensar. Piensan, por ejemplo, que los inmigrantes vienen a España a quitar los puestos de trabajo a los españoles; que disfrutan de los servicios sanitarios de forma gratuita y preferente sin dar nada a cambio; que les dan ayudas sociales y beneficios económicos que los españoles no tienen; que vienen aquí a delinquir y no se les puede castigar por sus delitos ni mandarlos de vuelta a sus países de origen; que hacen lo que les da la gana y no hay forma de hacerlos cumplir con las leyes españolas; que vienen aquí a intentar imponer la cultura y tradiciones de sus propios países en detrimento de la propia; y así como esos, una larga lista más de absurdos semejantes.

Los argumentos de que se valen los xenófobos y los racistas para justificar sus formas de pensar se basan en informaciones falsas, o cuando menos sin contrastar, difundidas por determinados periodistas y medios de comunicación de ideología similar. De allí que ocurra un hecho curioso; se produce una verdad sociológica que no coincide con la verdadera. La gente piensa una cosa, y lo que ocurre en realidad es muy diferente. Te lo grafico a continuación con un ejemplo sencillo.

En ocasiones, llegan varias pateras cargadas de inmigrantes irregulares a las costas españolas. La prensa xenófoba y la amarillista titula cosas como esta: “Invasión de inmigrantes africanos a las costas españolas”. Cuando miras la noticia en detalle, te das cuenta de que, efectivamente, llegaron cien o doscientos inmigrantes africanos en varias pateras a las costas españolas. Sin embargo, lo que no se dice es que ese tipo de inmigración irregular representa menos del uno por ciento del total de inmigrantes irregulares que cada año ingresa a España. La gran mayoría lo hace desde otros lugares del mundo, vía terrestre o aérea. Pero ya la gente se formó la idea de que los que verdaderamente “invaden” a España son los inmigrantes africanos mediante sus pateras.

Otro ejemplo claro de fuente errónea de argumentos anti-inmigración es lo de la utilización de los servicios sanitarios por parte de los colectivos de inmigrantes. En los veinte años que llevo viviendo en España, en contadas ocasiones me he encontrado en una sala de espera de un centro de salud u hospital, a un inmigrante. No quiero decir con esto que no vayan, sino que no es habitual en ellos acudir a los servicios sanitarios. Esto se debe a que no es algo que tengan disponible en sus países de origen. Carecen del hábito de su uso. De allí que solo los utilicen en caso de necesidad extrema. Las estadísticas demuestran, de manera fehaciente, que los inmigrantes son los que menos utilizan los servicios sanitarios españoles. Los xenófobos no tienen en cuenta este tipo de información.

Querido Gustavo, así como eso que te acabo de comentar, te podría decir cientos de cosas más, pero entiendo que a ti lo que te gustaría sería que te hablara de alguna experiencia concreta que me haya ocurrido a mí. Vale, no pasa nada, te cuento algo así.

En una ocasión, cuando trabajé de ayudante de cocina en la isla canaria de Fuerteventura, tuve la desdicha de toparme con un xenófobo de cuidado. Era el segundo jefe de cocina. No me maltrataba de forma directa, porque sabía muy bien que yo no se lo permitiría, pero sí que se las ingeniaba para humillarme utilizando otro tipo de estrategias.

Te cito algunos ejemplos:

1) Me hacía trabajar más duro que al resto de mis compañeros, me ponía a hacer las tareas más duras y difíciles.

2) Cuando llegaba al trabajo y veía que estábamos todos reunidos en algún sitio, se acercaba a dar los buenos días a cada quien citándolo por su nombre, haciendo excepción expresa de mí.

3) Colocaba aceite en determinadas zonas de la cocina donde luego me mandaba, para que yo me resbalara y reírse de mí a escondidas con otros de mis compañeros.

4) En una ocasión me caí con una bandeja llena de carne guisada y papas, y aún estando a mi lado fue incapaz de tenderme una mano para ayudarme a levantar del piso. Otro de mis compañeros de trabajo que estaba a mucha más distancia fue quien vino a auxiliarme.

5) En otra oportunidad, fue al baño a sacarme mientras estaba orinando, con la excusa de que no le había pedido permiso para ir. Me tomó del brazo y tiró de mí mientras aún mantenía el pene entre las manos apuntando al orinal. Aquella fue la gota que colmó el vaso, como se suele decir. Le dije que el jefe de cocina me había dicho que no necesitaba pedir permiso de nadie cada vez que quisiera ir al baño a hacer mis necesidades, y él me replicó que mientras no estuviese el jefe quien mandaba era él y tenía que hacer todo lo que dijese. Recuerdo bien que las lágrimas se me escaparon de la tristeza y la indignación.

Querido Gustavo, tú sabes muy bien que no soy una persona violenta, pero la oveja más mansa es capaz de transformarse en lobo cuando las circunstancias no le dejan otra alternativa. Esto viene a propósito de lo que te voy a contar a continuación.

Salido completamente de mis casillas, le dije a aquel energúmeno que yo no estaba allí para ser su esclavo, sino para trabajar, y que si tantas ganas tenía de maltratar a alguien, que se fuese a maltratar a la puta de su madre. Que si me volvía a tocar, le iba a desencajar la mandíbula a patadas y arrancar los testículos y la garganta con mis propias manos, y que no era una amenaza, sino una promesa. La verdad es que creo que me pasé “un poquito”.

Al día siguiente, presenté la queja en el departamento de recursos humanos. Llamaron al energúmeno para reprocharle su conducta, y se vio obligado a pedirme disculpas. Desde entonces, en lugar de cesar en su conducta agresiva, arreció en sus comentarios malsanos con el resto de mis compañeros en contra de los inmigrantes latinoamericanos, como yo, aún sabiendo que escuchaba claramente todo lo que decía, y adicionalmente a ello, se esmeró aún más en hacerme daño de forma encubierta, subrepticia. Confieso que en más de una ocasión a punto estuve de agredirlo físicamente, pero, gracias a Dios, me contuve. La violencia nunca es una buena salida, créeme.

Si en aquel momento hubiese cedido ante mi indignación y le hubiese dado el par de cachetadas que merecía, seguramente me habría denunciado, me habrían enjuiciado por eso y deportado a Venezuela con la prohibición de no pisar suelo europeo en años, como hacen con todos los inmigrantes que cometen delitos como ese en territorio español.

Bueno mi hermano, lo dejo hasta aquí por ahora. Espero que estas palabras te sirvan para reflexionar sobre este tema. Seguimos en contacto.

Un abrazo.

PORTADA PREVENTA 16022019

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