«Muy» equivocado

Contento tienes que estar, Guaidó. Yo que pensaba que lo estabas haciendo todo mal, que eras un populista y un demagogo, que estabas amparando con tu discurso vacío las barbaridades del régimen de Maduro, hice una petición pública en la plataforma change.org para que renunciaras a ese puesto de Presidente (E) de la República Bolivariana de Venezuela, y nadie la ha firmado (bueno, nadie no, en realidad hemos firmado dos personas, que es tanto como decir nadie).

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Se ve que estaba yo equivocado. Y no poco equivocado, sino muy equivocado. Tuve la falsa impresión de que no eras lo que nuestro pueblo necesitaba, que nos habías engañado haciéndonos creer que contigo iba a llegar, por fin, el final de la dictadura chavista. Me dio la impresión de que había cosas que nadie, en su sano juicio, estaba dispuesto a soportar por más tiempo. “Gotas” que ya habían derramado, demasiadas veces, el vaso de la frustración de los venezolanos; los miles de venezolanos huyendo a pie por nuestras fronteras; los otros miles que duermen en las calles, pasando hambre, frío y necesidad en países donde se les maltrata y se les discrimina; el incremento de la persecución política, la tortura, la inseguridad, la escases, las falta de agua potable, de luz; la carencia de servicios hospitalarios mínimos, etc.

“Pequeños detalles” que me hacían pensar que la gente no apoyaría un nuevo mesías “tipo Chávez”, que viniese a prometerles “ceses de la usurpación” inviables de alcanzar siguiendo los mismos caminos de siempre. Nuevos mesías que les traicionarían sentándose a negociar con la dictadura a sus espaldas, desoyéndoles, humillándoles, riéndose de ellos.

Estaba yo equivocado, Guaidó. Nadie quiere que te vayas. Quizás piensan que lo estás haciendo bien, que vas a cumplir lo que dices, que los vas a llevar por el camino de la felicidad, que vas a lograr que vuelvan los que se fueron, que vas a reinstaurar el orden, que vas a acabar con los colectivos, que vas a erradicar la tortura, el hambre, la escases, la falta de insumos en los hospitales, el respeto entre compatriotas, la seguridad en las calles, etc.

A veces me pregunto: ¿Por qué me equivoqué?

La verdad, no lo sé…

Quizás fue por escuchar las cosas que dices, las promesas que haces, por creer que los cientos de tuiteros que te criticaban ferozmente lo hacían de corazón. Puede que también haya sido porque tengo la convicción firme de que jamás se saldrá de la dictadura siguiendo los caminos que tú y tus seguidores transitan, que solo por la vía de la violencia organizada se podrá combatir la pesadilla del chavismo.

Está claro que yo estaba equivocado, Guaidó, que el errado era yo. No hay otra explicación.

¿Sabes qué es lo peor?

Que no voy a cambiar, que sigo pensando lo mismo. Me reafirmo una y otra vez en mi grave equivocación. Soy de ese tipo de brutos que no cambia, que cuando se convence de algo no es capaz de modificar su forma de pensar. El tipo de brutos que por mucho que vea que va todo el mundo en dirección contraria, sigue su camino. El tipo de brutos al que, por desgracia, el tiempo termina siempre por dar la razón.

Jamás me he equivocado en mis equivocaciones. Un ejemplo de ello me pasó con Chávez. Grité una y mil veces a la gente que los equivocados eran ellos, que no siguieran detrás de ese populista, que los estaba engañando a todos, que todo lo que prometía era incumplible, pero, como ahora, nadie me hizo caso.

Lo siento mucho por ellos. Lo siento por mi país. Lo siento por mi gente, por mi patria.

¿Qué puedo hacer?

Nada.

Seguir tan equivocado como siempre.

No me queda otro camino.

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